Hoy tenía pescado para comer y ya veía yo que me iba a tirar
dos horas para que Diego se lo comiera todo. Así que le preparé algo especial.
El pescado, emperador a la plancha, era una gran roca de
lava solidificada. El puré de patatas sería el volcán y con unas pocas zanahorias cocidas simulé el río de lava cayendo por el volcán.
Diego se quedó estupefacto:
-
Ualaa!! Mamá, hay un volcán en mi plato!
-
Claro hijo. Y tu misión es ayudar al pueblo
contra la lava. Tienes que comértelo todo ¿vale?
-
Diego comenzó poco a poco a comer y al cabo de
un rato ya no había ni rastro del volcán.
-
¡Muy bien hijo, eres un campeón!
-
Claro mamá, y ahora debería comerme un GRAN helado para apagar toda la lava caliente que me he comido.
-
No hijo. De postre hay manzana.